La Agresiva Pasión del Macho: Guillermo Fadanelli

sábado, 30 de junio de 2007 | |

La Agresiva Pasión del Macho: Guillermo Fadanelli
Por Javier Moro


A partir de la presencia ganada en el imaginario colectivo de nuestro país del feminismo y los derechos sexuales de las minorías sexuales, ciertos sectores ilustrados de las clases medias mexicanas han destinado hacia el machismo, esa ideología en la que la figura del hombre se convierte en la máxima figura de autoridad, una actitud de desprecio y de crítica.

Resulta, que en nuestro país, sin embargo se han formado y educado generaciones de hombres, a partir de la figura del macho: La imagen del hombre mexicano ha sido marcada a partir de los grandes ídolo del cine nacional: Pedro Infante y Jorge Negrete.

Las clases medias ilustradas, sin embargo han aportado a la discusión, un discurso alejado de las imágenes negativas, para no aparecer así como retrógrados, machistas y el largo etcétera que se le puede endosar a cualquiera que se atreva a escribir o hablar mal de las mujeres.

Sin embargo existen escritores como Guillermo Fadanelli, que más que buscar el éxito a partir de ser políticamente correcto, ha buscado abrirse paso en el mundo literario mexicano con actitudes abiertamente provocativas; La prosa de Fadanelli ha logrado crear resquemores y aterrorizar a las buenas conciencias del feminismo, que lo ha tildado de machista y misógino.

Sin embargo a leer los textos contenidos en el libro de “Compraré un Rifle” (Anagrama, 2004), podemos adentrarnos al espacio de un escritor que más allá de la categorización simple del macho, ha logrado penetrar en una tradición mucho más basta, una tradición que bien podríamos denominar literario-filosófica, por que hermana a escritores como Karl Kraus, Thomas Berhard, Joseph Roth con filósofos como Arthur Schopenhauer, entre otros; Una tradición que podríamos denominar simple y sencillamente de misantropía abierta. Esto es que el odio o el resentimiento hacia las mujeres, es parte de una necesidad vital; El desprecio por el tiempo en el que nos ha tocado vivir, y por tanto el desprecio hacia nuestros pequeñas necesidades mundanas, hacia el hombre en general.

Ese mundo que Fadanelli desprecia, siempre intenta entrometerse en la vida o en la obra de nuestro narrador; En el cuento “Limolín”, el cuento más representativo del libro del cuál hablamos, la intromisión de ese mundo llega vestida de una misionera cristina, vestida con falda azul y con un crucifijo entre los senos.

La actitud del autor hacia la mujer siempre ha sido ambigua; De hecho los monstruos de cabellos largos y piernas largas, siempre estarán divididas en dos grupos, completamente opuestos, pero que de cierta manera cumplen papeles complementarios.

Las mujeres mayores, casi siempre madres de extensas proles, son personajes pasivos: silenciosas sombras que han perdido la esperanza en el futuro y que viven a la espera de los designios divinos de “su” hombre.

El otro grupo en el que se divide a las mujeres son aquellas que se atreven a andar con el narrador; Mujeres casi siempre dueñas de una personalidad fuerte, pero autodestructivas, lo que demuestra el hecho que se hayan atrevido a vivir bajo el mismo techo que el autor de esos textos, en donde la figura femenina se ve denigrada hasta actos de insospechada crueldad.

En el cuento que nos ocupa, la atractiva, pero molesta visita, interrumpe la sana recreación del autor, quién momentos antes se encuentra escuchando el ruido provocado por la radio, mientras fuma emocionado cigarros de cocaína. Los golpes en la puerta interrumpen los estertores de placer que ésta actividad le produce al narrador, quién se ve obligado a levantarse en calzoncillos de la cama para atender la puerta.

Esta actividad representa ya una violación estricta a los deseos del personaje, quién prefiere la soledad agresiva y autodestructiva, a una vida llena de ruidos y pobre en adiciones. La sorpresa llega cuando la visitante entra al departamento, que como podemos imaginar solo contiene un colchón arrumbado como sea en el suelo y una televisión, en donde se transmite una película de vaqueros.

La mujer le habla de Dios, de la necesidad del arrepentimiento, sin darse cuenta de que ha caído en la guarida de un adicto que solo viste una playera amarilla y unos calzones de la marca Rimbros, que le invita un vaso de agua de limón artificial y le pregunta sí fuma.

La misionera ha caído y se encuentra a merced de la desesperación y la necesidad de un hombre que la besa, en búsqueda de un pequeño refugio para su soledad. La mujer impávida observa la película mientras el hombre se masturba a sus pies.

Para algunas mujeres la visión de esta escena es la prueba fehaciente de que el autor desprecia a las mujeres, las considera objetos sexuales que solo están para satisfacer los deseos del macho. Y sin embargo la ambigüedad de Fadanelli con respecto a las mujeres, radica precisamente en el miedo, casi infantil, que los protagonistas masculinos de los textos de este autor mexicano nacido en 1963, sienten hacia ellas.

Miedo y pasión; las mujeres para el macho representan un mundo desconocido y peligroso, al cual hay que dominar con la violencia. Para Fadanelli, sin embargo, las mujeres son la conjugación del deseo, la furia y el rechazo.

Hace algunos meses, cuando Fadanelli todavía pisaba tierras mexicanas, me lo encontré en compañía de una amiga por las calles de la colonia Escandón: borracho, comentó que estaba preparando las maletas para un viaje a Europa. Una vez que nos despedimos mi amiga me comentó en un tono despectivo: “Ese es Fadanelli verdad? Se cree Bukowski”.

Y es que es cierto, la crítica que se le hace a Fadanelli es que se parece o quiere parecerse a Bukowski; Sin embargo al final esto no resulta tan certero. A pesar de que los rangos narrativos son similares, a pesar de que la actitud vital puede ser similar o cercana, la visión del mundo de Fadanelli parte de principios filosóficos divergentes a la visión de la vida de Bukowski.

La prosa de Fadanelli siempre es descarnada, su visión del mundo apocalíptica y las sensaciones que crean los textos es la de un hombre desencantado del mundo y de los hombres que lo habitan, como nos dice Sergio Gonzáles Rodríguez; “El lenguaje crudo y las situaciones al filo de la navaja se desposeen de todo énfasis retórico u ornamentalidad sonora, para entrar en la mera necesidad”.

Y es precisamente esa necesidad, más cercana al despojo de toda reflexión intelectual, para dejarnos solo con los huesos, la sangre, el esqueleto. Como nos dice Fadanelli en el cuento “Un Escorpión en Febrero”, muchas veces en la actitud asumida por el narrador parece estar presente lo que podríamos denominar una pasividad agresiva, una especie de grito desesperado que se acerca y se asume como una necesidad de soledad, que pocas veces es sorteada, pues el mundo, ese lugar oscuro, lleno de imbeciles o pobres diablos, siempre intenta recoger a sus hijos descarriados, entre los cuáles Fadanelli se asume como el peor, o por lo menos como el más sincero.

Los textos reunidos en el presente volumen, son retratos cortos, en el cual las mujeres son seres peligrosos, siempre dispuestas a transgredir las fronteras que la soledad trata de imponer. Las mujeres serían los mensajeros de ese mundo que el narrador trata de borrar y olvidar. Pero esos mensajeros pueden ser tan furibundamente agresivas como la triste necesidad que hasta los peores hombres tenemos de ellas.

De esta manera Fadanelli demuestra, muy a pesar suyo, que solo la soledad del anacoreta es posible, pues sí un hombre intenta vivir alejado del mundo, tendrá que renunciar al deseo de dominio que tenemos sobre ellas, o ellas se convertirán en el ángel que extermine nuestros deseos y domine nuestras pasiones, haciéndonos mas proclives a la esclavitud, de lo que ya somos.

Publicado en revista Marvin

1 comentarios:

el vuelo de una bruja dijo...

El escritor escribe sobre el tipo de mujeres que ha conocido en su vida.

Saludos desde Chile

Marietta Morales R