sábado, 7 de julio de 2007 | |


Mientas la rocola suena a todo lo que da, escupiendo una vieja canción de Rigo Tovar, la pobre mesera, de piernas flacas, se acerca hasta mí, para preguntarme si me destapa la otra cerveza. Le respondó que sí, mientras mi amigo Pedro le pregunta su nombre otra vez.

- Nayeli- Responde ella con una una sonrisa fingida.


Me destapa mi XX lagger y recoje un poco la basura que hay sobre la mesa: chicharrones con salsa, limones exprimidos, cenizas de cigarro. Después se va al lugar de siempre; una mesa, en donde se sienta a esperar que alguno de los dos la invitemos a beber.

- ¿Cómo funcionan las cosas aquí?- Me pregunta un Pedro más ansioso que preocupado. Yo no le encuentro lógica. Tampoco se la busco. Es un bar de ficheras, por los rumbos del metro revolución.

Caímos aquí porque queríamos tomarnos unas cervezas y nuestros bolsillos exiguos no alcanzan para pagar una en otro lugar. Aquí la cubeta con seis cervezas cuesta cién pesos. Pero también entramos aquí, porque las meseras llevan faldas de escolapias, que apenas les cubren el culo, y te dejan ver más allá de la imaginación. Entramos aquí además, porque las blusas de las meseras apenas sí les cubren las tetas.

Cien pesos una cubeta, con un poco de chicharrones viejos y un baño limpio, no es mala oferta.

Pedro se voltea hacia una de las mesas que quedan atrás de él, una de las mesas cercanas a la barra, adonde se ha ido a sentar Nayelli.
Empieza a preguntarle algo a otra chica, una gorda, que ha entrado después que nosotros. Me imagino que le estará preguntando cómo funcionan las cosas aquí.

Me doy vuelta en mi silla, y me pongo a observar lo poco que hay para observar en este lugar; clientes solos, con cara de aburridos, decoración kitsch con su altar a la virgen, infaltable. Lo más novedoso resulta ser la rócola empotrada a la pared.

Pedro ha terminado sus investigaciones y me obserrva, esperando para soltarme toda la información que ha recogido.

- No cojen- me dice en cuánto siente que le prestó toda mi atención.

- ¿No cojen?- Repito, incrédulo.

No. Bueno si. Aquí solo beben contigo, te calientan para que les invites a beber. Ya después, si se arreglan contigo, sí, te las llevas a algún hotel.

Nada más. No cojen. No a huevo. Solo te calientan, te hacen beber. Nada más.

Pero no debe ser dificíl conseguir alguna que quiera irse contigo para redondear la noche. Este bar esta lleno de ellas; hay más meseras que parroquianos.

Aunque conforme cae la noche, el bar se va llenando de hombres solos en busca de compañía; ya sea en el fondo de un vaso o en las promesas de una flaquita como Nayelli, quién regresa a nuestra mesa para destaparnos las últimas dos cervezas de la cubeta.
Cuando ella se va, Pedro le pregunta una vez más su nombre.
- Nayelli. Y estoy para servirles.
Una sonrisa fingida aparece de nuevo en su orstro, dejandome ver sus dientes blancos y su mirada aburrida.

1 comentarios:

Juan Carlos H dijo...

Buena historia, Conozco este lugar, aunque pequeño, es agradable y las chicas muy lindas. Ojala platiques mas de este lugar.