viernes, 14 de diciembre de 2007 | |


La dulce hiel de la seducción.
Ana Clavel (Compiladora).
Edit. Cal y Arena


Hoy en día la edición de un libro de cuentos parece una rareza, es como sí el cuento hubiera perdido la carrera con su prima: la novela. Por esta razón la apuesta hecha por la editorial Cal y Arena, al presentarnos esta antología de cuentos titulada La dulce hiel de la seducción y compilada por la escritora mexicana Ana Clavel, es una buena noticia.

La dulce hiel de la seducción, cuenta con la participación de escritores ya connotados en la república de las letras mexicanas: Rosa Beltrán, Cristina Rivera Garza, Guillermo Samperio, Mónica Lavín y Guillermo Fadanelli, entre los más conocidos.

Ana Clavel (México, 1961) es en ese mismo sentido una cuentista de verdadera cepa; autora de los libros Fuera de escena (1982) y Amorosos de atar (1994) ha sido también becaria del FONCA en 1990 y del Sistema Nacional de Creadores en 2001 en el área de cuento. Y ahora como compiladora nos presenta este libro de cuentos que aborda el tema de la seducción desde diferentes ángulos y matices. Un tema por demás interesante.

¿Aquí cabría preguntarse qué es exactamente eso de la seducción? La seducción no es el amor y tal vez no tenga nada que ver con él. Tampoco es el inicio de una relación. Seducir puede tener significados más peligrosos. Puede significar engañar o traicionar.

La seducción es un arte, dirían los antiguos. O los franceses. Y tienen razón. Seducir no es sencillo. Seducir conlleva una carga filosófica profunda, y la literatura nos ha dado a conocer a grandes maestros en el arte de la seducción: Don Juan, para no ir más lejos. O Mefistófeles, que también era un gran seductor. No de la manera sensual, carnal, como lo era Don Juan, pero sí de una manera más metafísica, que al final de cuentas resulta igualmente atractiva. Por desgracia el libro aquí presentado no termina por cumplir su principal objetivo que sería el seducir a sus posibles lectores.

Por desgracia La dulce hiel … es un libro que navega trágicamente en la medianía: ni las plumas más conocidas, dispuestas en este volumen con la idea de apuntalar al libro, terminan por presentarnos cuentos atrayentes o poderosos. Y los escritores jóvenes, por los cuáles la compiladora o la editorial apostaron, no terminan por convencernos, sorprendernos y justificar cabalmente su inclusión en este volumen.

Cuentos como Hay cosas que las manos nunca olvidan de Cristina Rivera Garza sería un buen ejemplo para hablar de la medianía que corroe las páginas de este libro. En él la autora intenta revisitar el mundo de la música popular, y retoma al personaje de Camelia la Texana, del famoso narco corrido Contrabando y Traición de los Tigres del Norte.

Personaje pionero dentro del subgénero del narco corrido, Camelia es transformada de amante y asesina de un narco de poca monta, en una dramática dama que nos recuerda terriblemente a las condesas suicidas del siglo XIX, que se dedica a viajar en el expresso Moscú-París mientras engatusa jovencitas para contarles su verdadera y trágica historia. Sin embargo el resultado es débil, poco convincente. Un cuento que podría pasar desapercibido si no estuviera firmada por su autora. Un cuento que suena a falso, en donde la protagonista trata de vendernos la idea de que ha sufrido muchísimo después de asesinar a su amante, quién la iba a abandonar por otra mujer. Por eso ahora, después de recorrer medio mundo, se ha instalado en un cómodo gabinete de tren, viajando interminablemente entre París y Moscú, sin siquiera bajarse a tomar el aire. Trágico sí. Pero deslucido y soso.

Lo que leemos en el cuento de Rivera Garza es, por desgracia, el tono general que este libro de cuentos nos ofrece: relatos chatos, faltos de punch, poco atractivos para el lector que se siente impelido en varias ocasiones, a abandonar la lectura del libro. Y eso no es bueno. Menos tratándose de una apuesta por el cuento, ese género tan necesario pero tan abandonado a últimas fechas.

Lo que nos presenta La Dulce hiel de la seducción, es un buen intento, que se queda en buenas intenciones. Pero de buenas intenciones esta sembrado el camino al infierno, así que supongo que ese es el camino que toman los seductores traicionados por frágiles historias. Cuentos falsos, esa sería la definición que me viene a la cabeza. La mayoría de los autores presentados pretenden atraparnos con historias de amores frustrados, perversos y golpeados, amores infantiles más muertos que vivos. Pequeñas historias sin vida, sin energía.

*Una versiónde este texto fue publicada en www.palabrasmalditas.net

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