Tirar la polilla

martes, 26 de agosto de 2008 | |

Tirar la Polilla

Hoy por fin me decidí y me calcé los pants y los tennis y salí a correr un par de vueltas que esta en la esquina de la casa. Y no lo hizo por la presión psicológica de Televisa ni para demostrarme a mí que yo hubiera podido ganar alguna medalla en los recién concluidos juegos Olímpicos sí me hubiera preparado con antelación. No, nada que ver.
La verdad es que lo hice por las amenazas y la presión de C. Quién después de mucho insistir logró que me levantará a las siete de la mañana y saliera a correr con ella.

Eso me recordó los tiempos en que esa era mi rutina diaria: Me levantaba junto a mi padre e íbamos a correr al parque Calles, que se encontraba a un par de cuadras de la casa que ocupábamos por esos tiempos. Yo jugaba fútbol y eso ilusionaba a mi padre, quién soñaba con verme jugando profesionalmente ese deporte.

La verdad es que no lo hacía mal; por mis venas corre sangra sudamericana, en donde ese deporte es una religión. Tenía velocidad y gracias a que madrugaba con mi padre, quién había visto en mí a un futuro Ronaldhino, podía correr pos las bandas del campo incansablemente.

Pero a mí me ganaron las letras. Y la noche. Abandoné el deporte y me dediqué a leer y escribir. Pero lo cierto es que esas ocupaciones provocan un cambio completo de actividades. Ahora pasó buena parte de mi tiempo sentado frente a una hoja en blanco, frente a un libro, frente a una idea. Un cigarro, una cerveza, un atardecer y dejé de hacer ejercicio. Del fútbol solo me acuerdo muy de tarde en tarde, cuando juega mi equipo favorito.

Pero hoy por fin salí a correr y el resultado es un dolor intenso en las piernas, en la cintura, en la cadera, los brazos y los hombros. Un dolor que me hace parecer un robot oxidado que apenas puede moverse. Pero no todo es dolor, no señor. Hay algo que solo el deporte y la vida le puede dar a uno y eso es una extraña lucidez, que apenas sí creo que sea mía, que ya no recordaba y que me hace pensar seriamente en levantarme todos los días temprano y volverme a calzar una vez más los tennis y salir al parque a correr una vez más.

Lo único que espero es que mi delgada y frágil disciplina me alcancé para ello. No lo sé, pero nada pierdo al intentarlo.

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