Escribir o no Escribir.

domingo, 7 de septiembre de 2008 | |

Escribir o no Escribir. He ahí el dilema.
Por Javier Moro

Estoy aburrido, sentado frente a la computadora, escribiendo una novela que no camina y que debería pensar seriamente en tirar la basura. Pero ¿tirar a la basura el trabajo de los últimos dos años? Sería una barbaridad. A veces lo pienso así. Sería una barbaridad. Pero cuando las cosas no caminan es mejor deshacerse de ellas. Pero qué carajos: dos años, dos años sentado frente a la maquina, escribiendo, tratando de darle forma a una historia, crear los personajes, darles una fisonomía creíble, factible. Dos años sorbiéndote el coco, tratando de darle verosimilitud a una historia, que cuando inicié me parecía la mejor de las historias para contar.

Ahora, cuando la historia parece dar más lata del necesario, aparecen las crisis: una tras otra. “Esto no sirve, esto no jala”. Demonios, ¿Será cierto? Me pregunto.

Ya se sabe que la literatura es más una carrera de resistencia, que una carrera de velocidad. Claro, en la historia de la literatura existen varias historias, contadas, de impresionantes saetas, que recorrieron la pista de tartán de las letras, quemando la historia, dejando tras de sí una estela de obras de enormes dimensiones: Rimbaud, Conde de Lautrémont, serían los epígonos perfectos del siglo XIX, de dos huracanes que destruyeron todas las fronteras que la literatura había conocido.

Huracanes que destruyeron todo a su paso, tormentas que abrieron nuevos derroteros para la literatura francesa, y por ende, a la literatura occidental.

Sin embargo estos ejemplos del siglo xix, (más los que se sumaron a lo largo del veinte y los pocos años del siglo actual), no sirven para ejemplificar la realidad del trabajo literario: trabajo aburrido frente a la maquina. Claro, aquí entra la clásica discusión sobre escritores de corte vivencial versus escritores de corte intelectual. Algunos dirán que esa división es inexistente, que el escritor se nutre de letras, de ideas, más que de situaciones, vivencias, experiencias. Otros se mostrarán partidarios del punto de vista contrario: el escritor se nutre de experiencias.

Probablemente estaría de acuerdo con éste último punto de vista. Sin embargo el escritor se nutre decididamente de las lectura. Esa es una verdad tan obvia que no necesita presentación.

Sin embargo en esa larga historia de la literatura, la historia marca a los vencedores como combatientes decididos, constantes, disciplinados, dispuestos a ofrendar su vida para crear majestuosas obras construidas a base de ideas, de palabras, de largos alientos. Una guerra, la de la literatura, en la que el autor se enfrenta contra sí mismo, antes que contra los otros, antes que contra la tradición y los cánones. El escritor pelea de frente en contra de sus limitaciones, sus vicios, sus ocios, sus defectos. Y no es una pelea fácil. Para nada. Al contrario para vencer se necesita resistencia; tanto física como psicológica. Sí no como llevar a buen puerto una novela que le puede llevar a uno treinta años de su vida. Pienso en Musil y su Hombre sin Atributos, pienso en Thomas Mann y su Doctor Faustus. Y sí también pienso en el viejo Bukowski, que peleaba todas las noches, ebrio o no, en contra de su vieja maquina de escribir.

Muchas veces el talento no sustituye al trabajo constante. Es una tristeza, claro que lo es. Además de poco glamoroso. Pero que se le va a hacer, el trabajo del escritor es poco glamoroso. Y sí no me creen, nada más basta con ir a alguna de las muchas presentaciones de libros que se hacen semanalmente en la ciudad: vacías, y cuando no están vacías, no hay chicas guapas. Las chicas guapas no van a las presentaciones de libros. Es más, las chicas guapas no están detrás de los escritores persiguiéndolos. La escritura así es un asunto poco glamoroso y de mucha resistencia. Vaya mierda.


-Una versión de este texto apareció en la revista www.palabrasmalditas.net

1 comentarios:

Ánuar Zúñiga Naime dijo...

Es cierto, no se puede ser rockstar siendo escritor, la literatura no es mainstream.
Un abrazo