La noche

viernes, 30 de enero de 2009 | |

La noche se pegaba a mi piel,
Húmeda,
Sedienta.

La noche se abrazaba a mi piel,
Buscaba jalarme hacia el centro de su ser.

La noche me contagiaba su miedo, su ansiedad.

Me acosaba,
Impregnándome la piel con el dulzón olor de la corrupción.

La noche se abría ante mí, inconmensurable,
Sorda a mis deseos.
Incorruptible.

El único refugio para mí era algún bar miserable y oscuro,
En donde esconder mi delgada figura,
Mi lengua sin palabras,
Mis ojos sin vida.

Un refugio es igual a una mentira.
Una mentira mil veces repetida.
Una mentira que sirve para seguir vivo.
Seguir ciego.

Porque la noche me reflejaba a la soledad como último refugio.
Como única solución.

Porque la noche me reflejaba lo que quedaba de mí:
Hombre solo, de mirada extraviada. Uno sesenta de estatura. Delgado.

Con ojeras.
Con hambre perenne.
Con miedo.
Con rabie en la mirada.
Con una lengua callada.
Con la ansiedad clavada en su pecho.
Con las piernas flacas y abultadas hacia el centro.
Con el abdomen abultado.
Con una cerveza en una mano.
Una pluma en la otra.
La mirada perdida.
Una fotografía atrapada en la memoria.

Un hombre solo, con el control de la televisión en la mano.

Un hombre solo
Ante las madrugadas silenciosas.
En medio de las multitudes.

Un hombre mudo ante la mirada ansiosa de una mujer.

Solo en medio de un bar.
Con un cigarro apagado en la mano.
Con una obsesión fija en la mirada.

Un hombre solo,
Atrapado en un tiempo que ya no fue.
Atrapado en una noche que ya no existe.
En un cuerpo que ya no esta.

Pensando que hay del otro lado de la página.
Preguntándose sí es cierto que existe el amanecer.
Preguntándose sí es cierto que la muerte el gran final.

Me gustaría responderme, encontrar en las palabras una imagen, una metáfora que realmente funcionará. Una idea que le funcionará a los hombres decepcionados, una idea que le funcionará a las mujeres tristes que gastan sus noches hurgando entre los cajones, tratando de atrapar esa voz que se les escapa, el cuerpo que se les va.

Pero la noche es inmensa y terrible.
No tiene respuestas.
No tiene preguntas.
Las salidas están clausuradas.
Las mañanas son oscuras y grises y no hay en ellas restos ningún resto de esperanza, rasgos de alegría.

La noche es inmensa, inconmovible.
No te deja vivo.
No deja espacio para la alegría.
No abre espacios para la alegría.
La noche es oscuridad.
La noche es este cuarto vacío en donde acampas solo.
En donde mi cuerpo busca amor en sus propias manos, añorando un cuerpo ajeno. Desconocido.
Un cuerpo lejano. Que brilla. Incendia.
Fatiga un tiempo que muere.

No hay dolor más verdadero que el amor.

Todo lo demás parece mentira.
Hasta la noche.

Hasta el amor.




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*Un pequeño poema escrito anoche

2 comentarios:

Ánuar Zúñiga Naime dijo...

Me gusta, la noche no me deja tranquilo a mí tampoco. Un abrazo carnal

dèbora hadaza dijo...

Porque la noche me reflejaba a la soledad como último refugio.
Como única solución.


me gusta, me gusta, no se que mas decir