Retazos

viernes, 24 de julio de 2009 | |

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Mi abuelo nació en un pueblo llamda Puerto Colombia, en Boyacá, centro norte de Colombia. Un pueblo frío, dedicado a la siembra de papa y hortaliza. Quedo huérfano cuando aún no cumplía los dos años, quedando bajo la custodía del compadre de mi bisabuelo, quién lo bautizo con su nombre: Luís Hernández, cambiándole así el sino de toda la familia. Siempre hemos tenido nombres que no nos corresponden, nombres falsos que mienten por nosotros.

De Puerto Colombia su padrasto y padrino se lo llevo a vivir a su casa en la capital. Era el chico d los mandados, el corre ve y dile, el niño que servía para todo: las compras, la limpieza, el sereno y guardián de la casa. Su padrino nunca le permitió ir a la escuela, pero le enseño que la honradez era la cosa más importante en la vida, y a veces le ponía pruebas para ver sí mi abuelo había entendido la lección: dejaba tiradas, como olvidades, monedas de alte denominación, que mi abuelo siempre le regresaba.

Además de ser el encargado de limpiar la casa, mi abuelo también acompañaba a las señoras de servicio a ahcer las compras al mercado. me imagino que para ayudarles a cargar las bolsas o los bultos de comida.

Ahí mi abuelo vio por primera vez a los cargadores de frutas, de miel, que traían en sus burros los productos de tierra caliente: guayabas, mangos, sicomoros, miel, curubas, café, papatas. Frutos multicolores que olían a tierra húmeda y sol. Frutos de una tierra en donde nadie parecía ser esclavo y muchos menos esos porteadores que traían los frutos, siempre con una sonrisa y un cigarro en los labios.

Siempre quisó ser como ellos.

1 comentarios:

Anemonas y Medusas dijo...

me gusta la distancia del relato, las frutas, los olores, las monedas en el piso

. . . creo que tienes un chingo de tema en estos relatos

abrazo¡