Olvidar

lunes, 24 de agosto de 2009 | |

1

Nací en un barrio humilde, en una ciudad azotada por el calor y las hormigas.
Mi madre aún me cuenta que crecí entre árboles de guayaba y plantas de café.

Era ensimismado y callado. Prefería observar el cielo que jugar con mis amigos. Era callado, prefería el silencio del campo al ruido de la ciudad.

Sin embargo mientras crecía me volví frágil. Un desierto que nada contaba, nada podría contar. Callar y buscar algo que no me pertenece, algo parecido al sabor agrio de la desilusión.

Huí hacia los límites de la ciudad, en dónde la tristeza nos observa con sus labios de piedra.
Huí hacia los límites de la ciudad donde la luz no nos alcanza.

Huí para no recordar,
para ser olvidado.

Busque a la noche entre mis pertenencias, entre libros olvidados, abrazos escogidos.
Al final el dolor se ha disuelto entre mis versos,
se ha escondido entre mis brazos,
se ha consumido entre mis labios.

2

La noche siempre olvida, sabe que en su mirada, atravesada por la luna, todos los cuerpos se marchitan.

La noche sabe que no hay adioses que perduren, no hay lucha bajo las sábanas.

Sólo hay amores que matan.


3

He atravesado la tierra del fuego y sé que huir no soluciona nada, pues sólo podemos dejar la piel en una calle mal iluminada por la lluvia.

He atravesado las noches amargas, en donde la soledad campea a sus anchas, con la sola idea de avanzar, avanzar, siempre avanzar, seguir solos, hasta tropezarnos con nuestras manos, hasta atrapar eso que se nos escapa.

No desperdiciar las balas. No disparar a ciegas, al bulto: Apuntar directo a la cabeza. Ser un cazador solitario. Un cortador de cabezas. Dejar la piel en alguna calle mal iluminada por la lluvia.

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