jueves, 9 de agosto de 2007 | |

La Tumba:

Corría el año de 1964 y en la Ciudad de México un joven de escasos 16 años escandalizaba al medio literario mexicano con su primera novela, titulada La Tumba.

Acapulqueño de nacimiento, José Agustín regresaba por aquellos años de Cuba, en donde había participado en compañía de su primera esposa, Margarita Daltón, en el programa de alfabetización, iniciado por la revolución cubana. Gracias a los buenos oficios de Juan José Arreola, este chico cínico y mal hablado podría publicar en la pequeña editorial Mester su primera novela.

Una novela que anunciaba todo el malestar juvenil guardado a través de esos años, en los que la presencia omnipotente de las anquilosadas normas de comportamiento terminaban por ahogar cualquier esbozo de rebeldía.

El mismo malestar que estallaría años más tarde, cuando los movimientos juveniles y contraculturales, pasarían a ocupar un lugar preponderante en la dinámica cultural, que tendría su momento de esplendor en los festivales de Woodstock y de Avándaro, en donde los más de 250 mil personas pertenecientes a la cultura hipiteca, disfrutarían de la música de los más importantes grupos de rock mexicano de aquella época, es posible encontrarla en el protagonista de La Tumba: Un joven perteneciente a la clase media urbana que solo espera el fin de las clases, para aburrirse en sus vacaciones de verano.

El golpe dado por esta novela, secundado por los otros miembros de la generación La Onda, vendrían a oxigenar a la literatura mexicana, serían un golpe de brisa veraniega para una literatura atrapada entre las tradiciones romántica y clasicista, que no sabía como enfrentarse a la modernidad que la avasallaba.

La Tumba fue en su momento un parteaguas para la literatura mexicana. La también escritora Margo Glantz la definiría con exceso de celo intelectual, como la “Onda”, contrapuesta a La Literatura; Calificaría a las obras de José Agustín, Gustavo Sainz y Parménides García Saldaña, como producto de un momentáneo berrinche juvenil, que no aportaba nada a la literatura nacional




Sin embargo, cuarenta años después de la publicación de esta novela, se puede decir que la generación de La Onda constituyó una apertura, un quiebre, tanto a nivel discursivo como generacional; Un quiebre que serviría a la literatura nacional, al abrir posibilidades temáticas y retóricas para enfrentar la modernidad que se abalanzaba sobre las conciencias críticas del país, como a los mismos jóvenes, verdaderos protagonistas de la novela, quienes se vieron de pronto reflejados y retratados dentro de la narrativa, que hasta entonces los había ignorado.

Hermanado tanto con los existencialistas franceses, como con el movimiento beatnik norteamericano, lo que logramos ver en La Tumba es el inicio de un trabajo que abonaría el terreno para la confluencia de múltiples malestares, que estallarían apenas unos años después, en lo que se ha denominado el verano de amor: Un Flashback: 1968; Francia y México se ven convulsionados por intensas movilizaciones estudiantiles, mientras en Estados Unidos cientos de personas salen a protestar en contra de la guerra en Vietnam y se preparan para el festival de Woodstock y en la antigua Checoslovaquia los ciudadanos se enfrentan a los tanques soviéticos, para defender lo que Milán Kundera ha llamado “El Socialismo de rostro humano”.

El verano del amor, en todas partes, tardó años en fraguarse, años de movimientos literarios, de reuniones en los que las palabras volaban, años en los que la música dejaba de ser un accesorio para convertirse en un vehículo de protesta, de resistencia, de conciencia. Y La Tumba ya estaba ahí.

Lo que vemos en esta novela es a esos mismos adolescentes que años más tarde se enfrentarían al sistema político, buscando su democratización, que años después se irían al monte a pelear con Lucio Cabañas o se dejarían la mata larga para agarrar las guitarras y salir a la calle a tocar rock y gritar su desesperación.

En La Tumba podemos acceder al absurdo de una vida constreñida por rígidos valores familiares y el hartazgo juvenil ante esta situación. Y no solo eso, sino que somos testigos de la crisis que sufre un adolescente mexicano de clase media que ve llegar las últimas vacaciones de verano, las últimas antes de ingresar a la universidad, casarse, tener hijos y volverse un hombre de bien. Las últimos días de clase pasan ante la mirada aburrida de un chico que no encuentra en la vida mayor placer que la música y el sexo.

En ese estilo directo, repleto de juegos de palabras y confesiones sin tapujos de lo que transcurre en su mente, este adolescente que comienza a fumar y que solo le interesa el futuro inmediato, hizo que la novela tuviera una muy buena acogida entre los jóvenes mexicanos. José Agustín se convirtió en el portavoz de una generación. Sin embargo esta pequeña novela, esta historia, causaría revuelo dentro del anquilosado medio literario.

Se considera a La Tumba como una de las primeras novelas que abordan la problemática generacional. Pero también es una de las primeras novelas en la que la ciudad se convertiría en un personaje como tal. El México de la década de los sesentas era esa ciudad premovimiento estudiantil de 1968, una ciudad sin hippies ni greñudos. Una ciudad que podríamos definir como conservadora, en la que los jóvenes eran invisibles y no tenían ningún lugar de reunión. Una ciudad que podríamos definir como pasguata y aburrida.

Sin embargo también era una ciudad que cambiaba su fisonomía y crecía desbocada; Una ciudad en la que los jóvenes empezaban a tomar conciencia del lugar que ocupaban en la sociedad cerrada, machista y autoritaria; jóvenes que se enfrentarían a sus padres unos años después en el momento más álgido de 1968, en pleno verano.

La Tumba nos muestra eso y nos habla con sinceridad de todo aquello; nos narra con una voz desencantada, la lucha de un joven por encontrase en este universo cerrado; nos narra el desencanto con la que convive el protagonista y llena sus horas, antes de dar el paso mortal hacia la madurez.

A partir de ese microcosmos narrativo, el autor nos muestra a una clase media sumida en una profunda crisis de identidad, gracias a la creciente influencia de la cultura norteamericana, en contraposición con la cultura del macho, del charro, del romanticismo ramplón de Jorge Negrete y Pedro Infante. El rock, Elvis, son ya influencias presentes y constantes en el imaginario colectivo de la ciudad, ante el disgusto de las buenas conciencias.

Además José Agustín no solo abordaría los temas de los jóvenes en esta su primera novela, sino que lo haría desde la visión de los jóvenes y a partir del lenguaje coloquial utilizado por éstos.

Para desgracia de sus detractores, esta novela sigue ocupando un lugar muy importante para entender los cambios sufridos por nuestro país en la década de los sesenta, que son, a juicio de Carlos Monsivais, cambios fundamentales, no sólo para la literatura mexicana, sino para la historia del país en general. La Tumba es una obra que anuncia el verano del amor y los cambios iniciados en esa álgida década del siglo pasado y que al final nos dejarían una sociedad más tolerante.

Para algunos especialistas, las obras de esa generación de escritores, a los que despectivamente la critica bautizó como “La Onda”, fue punta de lanza de esa toma de conciencia. Así es como lo que para algunos esa literatura “mal hecha”, se convirtió en una literatura que los retrataba y que hablaba de sus problemas y preocupaciones, a partir de un lenguaje con el que sí se identificaban.


Publicado en Revista Marvin
No 52 Julio-Agosto de 2007

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