Antonio Gamoneda; El poeta del silencio

jueves, 5 de junio de 2008 | |

Antonio Gamoneda; El poeta del silencio.

Amé todas las pérdidas.
Aún retumba el ruiseñore n el jardín invisible
.


Como ocurre con la pintura o con la música, Gamoneda aspira a demostrar la naturaleza autónoma de la poesía, su carencia de vínculos con realidades supuestamente de mayor trascendencia. Imitación o mimesis no son comportamientos propios del poema. Crear y no recrear; producir y no reproducir. Una relación que no renuncie a su independencia. Si lo propio de la literatura es la ficción, no así de la poesía; ésta es una realidad por sí misma.

La poesía es un oficio solitario, silencioso. El poeta es casi siempre un hijo del silencio además de su mayor apóstol, su más ferviente seguidor.

Sin embargo es de llamar la atención que un oficio construido a base de de palabras, se afane en buscar al silencio como punto final de sus desvelos. Silencio construido a base de palabras, de imágenes, de ideas, silencio como axioma final. Esa sería la búsqueda final de un poeta como Antonio Gamoneda, cuyo discurso poético se basa en ese afán, en esa búsqueda, tan preciada y al mismo tiempo tan difícil, de construir, de reconstruir una imagen poética con las menores palabras posibles.

La poesía de Gamoneda parece estar hecha de imágenes certeras, precisas, imágenes que llevan al lector hacia las profundidades de un universo personal, desolado, casi quieto. Un universo que el poeta recorre, con la certeza de que allí ya no existe nada de lo que alguna vez fue suyo. Un territorio muerto, pero no por eso menos real, menos doloroso.

Lo que encontramos en la obra poética de Gamoneda es un recorrido por un universo que ha dejado de ser, pero que alguna fue. Un territorio lleno de memorias, de emociones no olvidadas, un territorio hecho de historias deshebradas, de momentos de inmensa soledad, de profundo arraigo a una tierra barrida por los tiempos. Gamoneda así construye una obra poética personalísima, diferente, que abre puertas nuevas para la creación.

Un poeta que parece hecho de silencios, eso es Gamoneda.

Poeta nacido en Oviedo, un 30 de mayo de 1931, recientemente fue galardonado con el premio Cervantes de literatura y el Reina Sofía, es, sin embargo, un poeta que construyó su carrera literaria alejado de los reflectores y del gran público. Un poeta sempiterno, luminoso, un maestro de las sombras y de la luz, que tal vez sea el último representante de una vieja escuela de poesía, alejada de los discursos trepidantes, de los pasos en falso, pero dueños de una voz inconfundible: serena, luminosa, humana.

Lo que nos encontramos cuando nos enfrentamos al verso del poeta español es uno de los secretos mejor guardados de la literatura española reciente, una poesía limpia, clara, profunda, construida a partir de un deseo silencioso que lo domina todo, lo trasciende todo.

Gamoneda es una paradoja en sí mismo, pues es, sin ser un narrador, un escritor que domina como pocos la teoría del iceberg, esgrimida por Heminghway: su poesía nos deja ver solo un poco de todo lo que transmite. Su poesía es solo la punta de algo más profundo, de algo más grave, de algo más intenso.

En la poesía de Gamoneda es más lo que se esconde que lo que es posible percibir, es más lo que se sugiere que lo que esta ahí, envuelto en el sonido de las palabras. Una voz sencilla, sincera, que ha dejado atrás toda grandilocuencia, la voz de Gamoneda no necesita de exabruptos para sorprender al lector. Al contrario, la voz del poeta español es la voz siempre sabia de la tierra, de la noche, de los bosques frágiles como claros de luna, la voz de las nevadas apacibles.

Al leer El Libro del Frío, el lector se encuentra con el viaje, la jornada aciaga, lenta, pero necesaria del poeta que recuerda, que regresa a ese lugar primordial, primigenio, del cuál todos salimos algún día, y al cuál todos queremos regresar alguna vez, en un futuro cada vez más lejano.

Un viaje al pasado, en el cual el pasado recobra toda su presencia en el presente. Un viaje a ese pasado remoto, esencial, que sin embargo ha perdido casi toda su presencia física: es más recuerdo, más imagen, más silencio que sustancia.

Gamoneda nos retrae hacia ese lugar primordial, que no por olvidado ha perdido su importancia. Al contrario el viaje emprendido por el poeta es un viaje necesario, un viaje hacia eso que alguna vez fuimos, eso que perdimos en el camino. Lo que Gamoneda hace es recordar y recordar es callar. Y observar.

Lo que Gamoneda logra con sus trazos finos, casi imperceptibles, es retomar la fuerza vital, la savia esencial de ese pasado que se nos escapa, de ese pasado condenado a morir con nosotros y desaparecer entre nubes grises y ventarrones insolentes, cuando nosotros nos hayamos ido.

Solo el silencio nos preserva, parece decirnos Gamoneda, en un libro, que no por escueto es menos esencial.


*Una versión de este texto fue publicado en www.palabrasmalditas.net

0 comentarios: