En el laberinto de la inteligencia

domingo, 6 de diciembre de 2009 | |





En el laberinto de la inteligencia.
Hans Magnus Enzensberger
Edit. Anagrama




¿Realmente son certeros los tests de inteligencia? O mejor aún, ¿Realmente es posible medir la inteligencia? Estas dos preguntas son las que intenta responder el escritor y pensador alemán Hans Magnus Erzenberger, en este ensayo que lleva por título libro En el Laberinto de la Inteligencia, que nos presenta la editorial Anagrama en su colección Argumentos.

Erzernberger nos regala en este libro un ensayo brillante e irónico que no pierde de vista jamás que la inteligencia humana es mucho más amplia que el simple hecho de responder con certeza un número indeterminado de problemas matemáticos o memorizar nombres o datos estadísticos. La inteligencia humana es un poco más complejo que sólo saber cómo comportarse en una determinada situación. La inteligencia es un concepto que crea más disgustos que certezas y esa es la lección que al final nos deja el autor.

La inteligencia humana no es mensurable, y además nos hemos encerrado en la idea de que los únicos inteligentes somos los humanos, y hemos olvidado la inteligencia animal o vegetal. Y esa es una de las conclusiones a las que llega el poeta y ensayista nacido en Kaufberen en 1929 y premio Príncipe de Asturias en el 2002.

Enzensberger hace en El laberinto dela inteligencia un recorrido por el periplo sufrido por el concepto “inteligencia”, desde los griegos que confirman desde el principio la amplitud del concepto: “Sentido, juicio, pensamiento, entendimiento, razón, espíritu, sentido, y un largo, muy largo etcétera. Pero cómo nos dice el autor, “inteligencia” en latín no deja de ser un problema mayor y su viaje posterior tampoco esta exenta de vaivenes. Sólo para mencionar un par de ejemplos digamos que la palabra con “i” cómo la denomina el ensayista alemán, fue tomada por los padres de la iglesia como la intelligentia más elevada, Dios mismo.

Sin embargo en inglés y francés la palabra arribaría posteriormente y en inglés tomaría un significado más cercano a la de la información. De ahí que la famosa Agencia Central de Inteligencia (CIA) la tomará y la utilizará para sí.

Sin embargo aún faltaría la irrupción de los llamados tests de inteligencia para que el círculo empezará a cerrarse.

No fue hasta que un caballero de nombre Alfred Binet fue contratado por el gobierno francés para detectar prematuramente a los alumnos difíciles, por lo que el señor Bidet junto a su colega Theodore Simon se les ocurrió una idea que terminaría teniendo graves consecuencias: medir la inteligencia. Algo que nunca se había hecho hasta ese momento.

Para ello, cómo nos dice Enzensberger, idearon una serie de ejercicios, que según asumieron, se corresponderían con las capacidades de los niños de unas determinadas edades: cincuenta de estos niños, diez por cada una de cinco franjas de edad, les sirvieron como objetos de estudio: ¿Puede el niño seguir con la mirada un cerrillo encendido? ¿Puedes construir una frase en la que aparezcan las palabras dinero, agua y por favor? Eran sólo algunas de las preguntas que aparecían en este primer test diseñado para medir la inteligencia.

La prueba más compleja consistía en que los niños respondieran a preguntas como la siguiente: “En los últimos días mi vecina ha recibido la visita de unos personajes un tanto peculiares: primero llegó un médico, luego un abogado y finalmente un sacerdote. ¿Qué ha ocurrido?

Y así con un comienzo tan espectacular dio inició la era de los tests de inteligencia y aunque Binet era todo menos un dogmático y corrigió durante años su propio test, se negó siempre a interpretar la puntuación que asignaba a un niño como su inteligencia. De hecho afirmaba que la inteligencia no se podía representar con una cifra “ya que las cualidades intelectuales no son aditivas y, por lo tanto, no se pueden medir como superficies lineales.”

Sin embargo sus seguidores tenían una opinión completamente distinta. Por ejemplo para el psicólogo alemán William Stern, padre del término CI, Coeficiente Intelectual, sólo le bastaba para determinar éste, “con dividir la edad mental de un niño por su edad real y multiplicar el resultado por cien. Sencillo. “Y si extrapolamos este valor a toda la sociedad, con un valor promedio de cien, el cálculo se puede extender a todos los adultos partiendo de una distribución normal y determinando su desviación estándar.”

Brillante, sencillo. El único problema que Enzensberger le encuentra a este método para medir la inteligencia, es que en realidad es una compleja construcción intelectual, que basa sus mediciones en suposiciones sobre lo que “debe” ser la inteligencia. Y es ahí, en ese proceso, en donde los test de inteligencia se convierten en armas para discriminar y señalar a amplios grupos de población que no entran dentro de los estándares sobre lo que “debe” ser la inteligencia.

Enzensbeger nos da unos cuantos ejemplos de estas construcciones, sin embargo decide llevarnos mejor a conocer la obra de uno de lo más eminentes teóricos de la medición de la inteligencia: Hans Jürgen Eysenck, quién no sólo destacó por unos de los más radicales defensores de estos ejercicios metodológicos, sino que también es autor de uno de los tests más usados en todo el mundo y uno de sus libros, Intelligence. A new look, es un manual de instrucciones para que uno mismo, en la comodidad de su hogar pueda saber que tan mal anda en cuestión de sus capacidades cognitivas.

A partir de este punto el escritor alemán nos desmenuza de manera siempre irónica el poder alcanzado por la psicometría y a eugenesia, para denunciar el poder absurdo que han asumido estos tests en la vida de millones de persona: Desde los tests que se aplican para saber sí estas apto para entrar al jardín de niños hasta los tests aplicados en las entrevistas de trabajo, nuestra vida parece estar marcada por ellos. ¿Y qué pasa sí los repruebas todos y cada uno de ellos? ¿Serás más tonto o más inteligente?

Lo ignoro, pero como bien nos dice Enzensberger, tal parece que no somos tan inteligentes como para poder definir a la inteligencia. Y para eso nos hacen falta los miles de tests para la inteligencia que se encuentran en Internet.

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