jueves, 2 de agosto de 2007 | |

26 de Julio


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Avenida Reforma, cinco cuarenta y cinco de la tarde; atrapado en un microbús justo en el cruce con Bucareli; una manifestación se ha entrometido en mi camino bloqueando la calle. No hay para adonde hacerse, pues la manifestación ha decidido cerrar la circulación, en su camino hacia la embajada de Estados Unidos. Gritan consigna que pensé olvidadas; “Cuba sí, Yankees no, Cuba sí, Yankees no”.

(El periódico del día siguiente dirá que no eran más de 2500 personas, que se manifestaron en frente de la embajada.)

Así es como caigo en cuenta: 26 de Julio. Día-mito. Un día importante en el santoral de la izquierda, junto al 2 de octubre, que No se Olvida; el 10 de Junio, que nadie recuerda, el 26 de Julio, conforma la tríada de la santa divinidad de la izquierda; Estudiantes, Obreros, Revolucionarios; El Che, el comandante, y su hermano conformarían la trinidad de esta gesta heroica, la única revolución de izquierda que triunfó en el continente americano. Bueno, no, la de Chávez ahí va. Y los sandinistas han regresado por sus fueros. La izquierda esta presente. O por lo menos eso nos hace creer.

Hoy se celebra un día más del inicio de la revolución cubana. Esa revolución que aprendí a idolatrar de chavo, a base de mis buenos encerrones con la música de Silvio y Pablo, el soundtrack de mi secundaria, siempre apoyado además en la iconografía de Rius, que servía para terminar de empaparme con el materialismo-histórico.

Ah es cierto, me digo, 26 de Julio. Yo asistí en varias ocasiones a este tipo de marchas, en una época en la que todavía creía en la manifestación callejera como impulsora del cambio democrático en nuestro país, en aquella época de la “dictadura perfecta” denunciada por Vargas Llosa. Principios de los noventa. Era un adolescente.

Cuánta tiempo ha pasado de todo eso. Cuántos amigos que no he vuelto a ver, cuántas novias que ya no me quieren ver. Cuanto ha cambiado el país, pero ¿Ha cambiado? No lo sé, a veces creo que no. Es más, yo creo que no.

Bajo del micro una vez que la marcha ya ha pasado: contingentes del MPI, la Unión Nacional de Tranviarios, la Asamblea de Barrios Izquierda Social y algunos jóvenes y viejos militantes de la izquierda han pasado a mi lado sobre Avenida Juárez rumbo hacia la embajada. Y después de ellos un contingente, aún más grande, de trabajadores de limpia del GDF.

Vaya metáfora: después de la izquierda, siempre vendrá alguien que limpie nuestro basurero. Cuando termina de pasar el contingente de limpia, la circulación retoma su ritmo frenético que parece ir hacia ningún lugar.


2


Hace años que las marchas, mítines y plantones en la ciudad no congregan a más de cinco o diez mil personas. Podríamos decir que si López Obrador tuvo algún merito, fue el haber sacado al chilango a la calle: más de un millón de personas se sumaron en sus protestas. Primero en contra de su desafuero; después en contra del supuesto “fraude” electoral”. Tal vez haya sido el único merito del “preciso legítimo”.

Lo cierto es que el chilango perdió hace años sus ganas de salir a las calles a marchar.

Y sin embargo hoy, 26 de Julio, que se cumple el aniversario número quién sabe cuantos, de la llamada revolución cubana, un grupúsculo de aferrados sale a la calle a marchar para festejar tal hecho.

Sí, es cierto me digo, hoy se festeja un aniversario más del inicio del movimiento que llevó al poder a Fidel. Un año más en el que Fidel ahora reencarnado en su hermano Raúl, se aferra al poder, un año más que en Cuba se vive sin garantías y sin derechos. Sé que más de uno me dirá que volteé a Oaxaca, a Atenco, ¿Lo que tenemos nosotros es Democracia?

Más de uno me dirá que es preferible morir con dignidad, a ser el patio trasero de los gringos. Más de uno me dirá que nuestros niños ya no saben quienes fueron Hidalgo, Morelos, Villa, Zapata, o todos esos “héroes que nos dieron patria”, como grita el presidente todos los años desde el balcón de Palacio Nacional la noche del 15 de septiembre, pero bien que saben quién es Mickey Mouse, o en su defecto Bart Simpson.

Y a todo eso toca contestar que es cierto: es cierto que nuestros niños ya no les interesan los “héroes que nos dieron patria”. Y en todo caso, tal vez sea mejor así.

Héroes de un panteón cívico que solo les sirvió al pri-gobierno para revestirse con las glorias pasadas y otorgarse a sí mismo una legitimación que no tenía en la práctica.

Pero como dice un amigo, la izquierda se ha aferrado a sus mitos, se aferra al pasado, así este pasado y estos mitos sean ya indefendibles en la práctica, en la realidad.

Sobre el régimen cubano ha corrido ya demasiada tinta (por no decir sangre) y para nadie es una mentira que la revolución cubana ha degenerado en una dictadura. Para nadie, excepto para la izquierda mexicana, en particular, y la latinoamericana en general. (Aunque esta misma izquierda latinoamericana se encuentre mamando de los petrodólares de Chávez, que va que vuela para convertirse en otro fantoche dictador militar, de la cuál América Latina parece no querer desprenderse.)

Y la tinta parece que seguirá corriendo, ahora que Fidel parece recuperarse y Raúl se mantiene en el poder, como para que mis divagaciones hagan mella en los profundos y concienzudos análisis de los politólogos de buena parte de nuestro hemisferio.

Lo que yo diga no viene a descubrir ningún hilo negro. Lo que yo diga no cambiará en nada la esencia de lo que sucede en Cuba. Pero sí creo y firmemente, en la libertad de expresión, y sé que ese es uno de los grandes renglones en los que la revolución cubana ha terminado por transformarse en una dictadura de izquierda. Uno de los grandes tema en las que la revolución cubana ha fallado.

Tengo amigos para cuáles él hecho de que haya usado la palabra “dictadura” para hablar de Cuba, les provocará molestia, escozor. Pero a las cosas hay que llamarlas como son. Y el hecho de mentir o de tratar de tapar el sol con un dedo, no cambia nada la situación en Cuba, en donde se violan los derechos humanos de sus ciudadanos por sistema, metódicamente, y en donde no se respeta la legislación internacional en la materia. Lo sé, lo sé, también Estados Unidos lo hace. Pero eso no cambia nada de lo que sucede en la isla. Es una desgracia, bien lo sé. Pero así es.

Pero el hecho de mentirnos a nosotros mismos, el hecho de que la izquierda latinoamericana no quiera, no pueda llamar con todas sus letras al sistema política cubano como una dictadura de izquierda, que ha coartado las libertades políticas y sociales de sus habitantes, y que ha obligado a muchos de ellos a emprender el exilio, es uno de los grandes errores de esa izquierda, que precisamente con su actitud de voltear a ver hacia otro lado, de cerrar los ojos, le da carta blanca a las dictaduras de izquierda para seguir violando los derechos de miles de sus ciudadanos en nombre de esa revolución sagrada, cuyos métodos no se pueden discutir.

“Con la revolución todo; Contra la revolución nada”



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Cuba es un país acostumbrado al exilio; el mismo Fidel vivió el exilio en nuestro país, en donde preparó la invasión militar que le daría el triunfó político. Pero no fue el único ni el primero: el mayor prócer de la independencia cubana, José Martí, también vivió en nuestro país. Y también preparó y conspiró en nuestras tierras para lograr la independencia de la isla.

Pero resulta por demás frustrante que los partidos y los movimientos de izquierda, ya no digamos latinoamericanos, sino mexicanos y sus militantes (y simpatizantes, que también los hay) no pueden, no podamos, iniciar una severa autocrítica en contra del régimen castrista. Y no por el mero hecho de limpiar nuestra conciencia, como lo hicieron varios cientos de militantes comunistas después de la muerte de Stalín. No, la crítica al régimen cubano es necesaria, para iniciar así la crítica que tanto necesita la izquierda mexicana.

Eso lo sabemos todos, no estoy diciendo nada nuevo. Y sin embargo no somos capaces de desmarcarnos de los viejos mitos militantes: la izquierda no es sinónimo de santidad. Debemos ser realistas. La lucha política no es una lucha de buenos y malos. Ángeles y Demonios. Para nada. Es una confrontación de ideas y programas políticos. De visiones particulares para solucionar o enmendar problemas reales. La pobreza, la ignorancia no son cuestiones metafísicas.

Esa visión mesiánica de la política es uno de los peores defectos de la izquierda latinoamericana. El hecho de que la cara de esa izquierda sea un personaje tan peligroso como Hugo Chávez nos debe enseñar que el camino no es el populismo. Aunque se encuentre tapizado de petrodólares.

Leía en El País de España una entrevista con Cristina Kirchner, candidata oficialista (lo que se pueda entender como oficialismo en un partido como el Justicialista dividido en múltiples grupúsculos de ideologías diversas que se disputan el poder salvajemente) comentar que la visión derecha e izquierda no es posible entenderla con la misma óptica con la que se comprende en Europa: “nuestros procesos son distintos” nos dice la esposa del presidente y candidata presidencial.

A mí esa respuesta me parece por lo menos burda. Una broma de mal gusto, para justificar la no modernización de nuestras prácticas políticas, de nuestras organizaciones, de nuestros partidos políticos.



4


Ahora sé que el enemigo no es la derecha; el enemigo esta dentro de casa, sí podemos llamarle casa a un partido como el PRD en el que las disputas internas dan asco, escozor y mareos. Eso no es una izquierda. Por lo menos no la que quiero que me represente, por lo menos no por la que quiero votar.

Estoy aburrido de oír consignas repetidas hasta el hartazgo; necesitó escuchar propuestas Por lo menos antes de que terminara pensando que nuestro país no tiene solución, y la izquierda menos.

No soy un ser político; de hecho hace unos días pensaba cuál fue el truco de los llamados políticos para hacernos creer que los necesitábamos. ¿De verdad los necesitamos? Me preguntaba. Estaba de vena anarquista, por lo menos. Siempre le huí a la política, pero en alguna ocasión, durante mi paso por la universidad hice un reportaje sobre los colectivos que había dentro de la universidad. Recuerdo muy bien que les pregunté porqué razón los grupos de izquierda no podían trabajar en equipo, consensuar sus ideas y lograr resultados en conjunto. Me tacharon de mentiroso y grillero. Mínimo. Y me lleve un regaño teórico en el que se defendía la necesidad de la diversidad de la izquierda.

En eso,me encontraba de acuerdo. Y sin embargo me consideró un ser políticamente cercano a los planteamientos generales de la izquierda, pero no comprendo la necesidad de formar colectivos, grupos; pero soy un ser demasiado individual como para permitir que alguien tenga poder sobre mí y sobre mis puntos de vista. Talvez por eso nunca logré pertenecer a ninguno de esos colectivos.

Y cuando veo las peleas callejeras en el PRD por los puestos de poder, recuerdo las palabras de mi compañero maestro y pienso sí alguna vez la izquierda mexicana (política y social) podrá avanzar un poco y olvidarse de sus diferencias para poder ser una propuesta viable políticamente.

En este momento no lo son. Y menos si sus propuestas son meras consignas que mi padre repetía hace cuarenta años. No estoy dispuesto a repetir frases celebres, consignas trilladas. Repito necesitamos una izquierda moderna. No un grupo de estudiantes grilleros, que ya no arman huelgas en la UNAM o en la UAM; ahora arman plantones en Reforma o enfrente del ISSTE:

Y no estoy juzgando las razones de los movimientos; estoy juzgando las acciones, las visiones que nos llevan a esas mismas acciones. Me preguntó por las ideas, las propuestas. ¿En dondé habran quedado? No lo sé.

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