viernes, 3 de agosto de 2007 | |

Recordé que la señorita Minha me habìa tratado igual que la esposa de un noble a un judìo de la corte. Yo le enseñaba hebreo, pero ella se burlaba de mi polaco deficiente. Se disponía a casarse conmigo y había solicitado los papeles necesarios pero me trataba con desdén. No hacía más que corregir mis modales, indicándome cómo sentarme, cómo comer, cómo saludar a la gente. En el barco compartiríamos un camarote, pero me advirtió que tendría que buscarme otro lugar para pasar la noche. A veces me hablaba seriamente, pero de pronto, cómo si recordara quién era yo, abandonaba su tono respetuoso.

No tardé en advertir que mi aspecto y mi comportamiento la incomodaban. Yo estaba resfriado, me sonaba la nariz a cada rato....., y no tenía suficientes pañuelos. había comprado una maquinilla de afeitar con cuchillas de recambio, pero cada vezque me afeitaba me cortba la barbilla. Enviaba mis camisas a un lavadero, pero el dinero no me alcanzaba para que las plancharan.

Y allí estaba Sonia, sentada frente a mí, airada, con la expresión de una mujer que no podía seguir conmigo pero tampoco se decidía a marcharse de mi lado. "¿Es esto amor?- Me pregunté. Y respondí- No, es soledad."


El Certificado
Isaac Bashevis Singer

0 comentarios: